Tema: ¿Quién dice?
Fernando pateo con todas sus fuerzas. El balón se elevo
demasiado, supero la portería contraria y termino chocando contra uno de los
muros del colegio. Quiso el destino que después de dos rebotes cayera en un
cesto destinado a la recolección de cartón y papel, que estaba debajo del
periódico mural del colegio. El muchacho se agacho y, antes de que sus manos
tocaran el material sintético de la pelota, ésta giro sobre un eje
invisible, como un trompo. Entonces levanto la cabeza y lo vio. El periódico
mural. En realidad, las fotos y los titulares. La pelota quedo en el cesto. Inmóvil.
Fernando olvido el futbol. Allí, en la pared de su nuevo colegio, había unos
artículos que defendían el derecho a pelear, a golpearse, a dar puños y patadas
en vez de hablar.
No podía creerlo. Había fotos de su pelea en el partido
en el que había golpeado, sin querer, a Antonia, bueno a Antonia y a muchos
más. ¿Quién las habría sacado? No recordaba a nadie con una cámara fotográfica,
pero para ser sinceros, ese día podía haber desfilado un elefante en minifalda
y no lo habría visto, lo único que recordaba eran los golpes. Los que había
dado y… si, la cara de Antonia. Antonia asombrada, adolorida, tal vez enamorada
desde entonces. ¿Pero quién le había tomado esas fotos? ¡Qué cara! Parecía un
gorila con las fosas nasales agrandadas por la ira. Él. Él con la ceja rota. Él
con los ojos desorbitados como un loco. Él, o, tal vez, no. No reconocía esa
cara de hombre primitivo, de hombre de las cavernas. Esa pudo ser, algún día,
su cara. Ahora no.
Pero, además de las fotos, había frases. Frases largas
que pedían, con letras mayúsculas, que los dejaran ser hombres. ¿Qué?
—¿Quién escribió esto?
El grito de Fernando resonó en el patio. Algunos
muchachos de cursos inferiores lo miraron con curiosidad.
—¿Quién escribió esto? —repitió con voz de trueno.
Varios niños de primaria se acercaron y le hicieron un
corrillo lleno de voces y de risas.
—¿Quién saco estas fotos? —gritó.
Algunos profesores se acercaron atraídos por los gritos.
Otros estudiantes de décimo y undécimo presintieron que sería bueno
aproximarse, que allí había algo importante, que al menos diversión no
faltaría.
—¿Qué sucede? ¿Cuál es el escándalo, Fernando? —preguntó
Argumento, el profesor de historia.
—Eso es lo que quiero saber, profe, ¿Qué es lo que sucede
en este colegio? ¿Por qué permiten que cualquier idiota use el periódico mural?
—Me imagino que es para que puedas usarlo tú también
—respondió, con ironía, Avellaneda, uno de los alumnos de grado once.
—¿Fuiste tú? —preguntó Fernando, sintiendo que las fosas
nasales se le ensanchaban.
—No. ¿Pero qué pasaría si lo hubiera escrito yo? ¿Qué me
harías?
Fernando estuvo a punto de responder, de decir una
barbaridad enorme, de ofender y amenazar a Avellaneda, pero el rostro de
Antonia se cruzo por su mente. El rostro del rector apareció luego y esas dos
caras, mas su propia conciencia, hicieron que se detuviera. La respiración
volvió a ser normal.
—Sólo te diría que estás equivocado. Ese Fernando
Fernández que sale en esas fotos está avergonzado de haber actuado como un
salvaje.
—¿Ahora, el niño enamorado se avergüenza de haber actuado
como un hombre? Eso ha sido lo único importante que has hecho en este colegio,
antes de que te volvieras blandito y enamorado… con Antonia para arriba y para
abajo.
Fernando no respondió. Sabia que lo estaban provocando y
no iba a caer. Ahora no. Ya no era el mismo de antes y sabía que sus reacciones
dependían de él, de nadie más.
—Avellaneda, retírese. Tengo que hablar con Fernández.
Avellaneda se alejo con una sonrisita, que parecía ser de
lástima o de reto. Fernando se sintió aliviado.
—Profe, ayúdeme a quitar estas tonterías. Ayúdeme a
limpiar este periódico de tantas fotos horribles y artículos que no deberían
publicar en ninguna parte.
—No.
—¿Cómo dice?
—Que no te voy a ayudar a quitar nada y que si llegas a
despegar alguna de esas fotos, te voy a imponer una sanción.
—¿Entonces usted esta de acuerdo con lo que dicen esas
hojas? ¿Usted también apoya la violencia?
—Por supuesto que no. No apruebo ni defiendo el uso de la
violencia. Yo no habría escrito esto ni habría publicado esas fotos.
—¿Entonces? No entiendo.
—Pues sucede que alguien lo hizo y ese alguien, aunque
diga cosas que nos parecen absurdas y poco sensatas, tiene todo el derecho de
expresar lo que piensa.
—¿Tiene derecho de escribir que en el colegio deberían
dejarnos pelear porque somos hombres y no señoritas?
—Sí. Si eso es lo que piensa. Para eso es el periódico
mural, el periódico de todos, no el tuyo o el mío.
—Y entonces, ¿no va a hacer nada?
—Yo no. A menos que arranques las paginas y las fotos…
entonces si hare algo. Te sancionare por irrespeto a la libertad de expresión.
¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?
—¿Yo? Pues nada. Usted acaba de decirme que tengo que
quedarme con las manos atadas y respetar todas las locuras que dicen en este
periódico… Pero, al menos, no me va a prohibir averiguar quien fue el canalla,
¿verdad?
—No, no te lo puedo prohibir, pero eso no importa. ¿Te
molesta alguna persona en particular, o lo que dice el periódico?
—Pues lo que dice.
—Entonces, contesta, habla. No importa quien lo haya
escrito. Lo que es relevante es que no estas de acuerdo, sea quien sea el
autor. Te prohíbo que arranques paginas del periódico, pero nadie te prohíbe
que pegues unas nuevas. ¿Por qué no escribes lo que piensas?
—Tiene razón. Eso es lo que hare. Pero, ¿Cómo puede
permanecer tan tranquilo leyendo estas cosas, profe?
—No estoy tranquilo y me muero de ganas de leer tu respuesta,
tus argumentos, pero recuerdo la frase de un filosofo que afirmaba: “No
comparto nada de lo que dices, pero daría mi vida por defender el derecho que
tienes de decirlo”.
—Gracias profe. Ésta es la clase suya que más me ha gustado.
ACTIVIDAD
1. ¿Crees
que pelear es un derecho?
2. ¿Alguna
vez has actuado de una forma tan rara que, difícilmente, parecerías ser tú el
protagonista de los eventos?
3. Escoge
una fotografía del periódico, recórtala y redacta una noticia relacionada con
ella.
4. ¿Qué significa
para ti: “actuar como un hombre?”
5. ¿Crees
que todas las personas tienen derecho de decir todo lo que piensan? ¿Qué
limites pondrías a la manera de expresar sus ideas?
6. ¿Qué
habrías escrito tú, si fueras Fernando?
7. Menciona
ejemplos de situaciones en las que los derechos de los demás priman sobre
nuestro disgusto o nuestro desacuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario