Buscar este blog

Taller 3.8 de Ética y valores 9°

Tema: ¿Quién dice?

Fernando pateo con todas sus fuerzas. El balón se elevo demasiado, supero la portería contraria y termino chocando contra uno de los muros del colegio. Quiso el destino que después de dos rebotes cayera en un cesto destinado a la recolección de cartón y papel, que estaba debajo del periódico mural del colegio. El muchacho se agacho y, antes de que sus manos tocaran el material sintético de la pelota, ésta giro sobre un eje invisible, como un trompo. Entonces levanto la cabeza y lo vio. El periódico mural. En realidad, las fotos y los titulares. La pelota quedo en el cesto. Inmóvil. Fernando olvido el futbol. Allí, en la pared de su nuevo colegio, había unos artículos que defendían el derecho a pelear, a golpearse, a dar puños y patadas en vez de hablar.

No podía creerlo. Había fotos de su pelea en el partido en el que había golpeado, sin querer, a Antonia, bueno a Antonia y a muchos más. ¿Quién las habría sacado? No recordaba a nadie con una cámara fotográfica, pero para ser sinceros, ese día podía haber desfilado un elefante en minifalda y no lo habría visto, lo único que recordaba eran los golpes. Los que había dado y… si, la cara de Antonia. Antonia asombrada, adolorida, tal vez enamorada desde entonces. ¿Pero quién le había tomado esas fotos? ¡Qué cara! Parecía un gorila con las fosas nasales agrandadas por la ira. Él. Él con la ceja rota. Él con los ojos desorbitados como un loco. Él, o, tal vez, no. No reconocía esa cara de hombre primitivo, de hombre de las cavernas. Esa pudo ser, algún día, su cara. Ahora no.

Pero, además de las fotos, había frases. Frases largas que pedían, con letras mayúsculas, que los dejaran ser hombres. ¿Qué?

—¿Quién escribió esto?

El grito de Fernando resonó en el patio. Algunos muchachos de cursos inferiores lo miraron con curiosidad.

—¿Quién escribió esto? —repitió con voz de trueno.

Varios niños de primaria se acercaron y le hicieron un corrillo lleno de voces y de risas.

—¿Quién saco estas fotos? —gritó.

Algunos profesores se acercaron atraídos por los gritos. Otros estudiantes de décimo y undécimo presintieron que sería bueno aproximarse, que allí había algo importante, que al menos diversión no faltaría.

—¿Qué sucede? ¿Cuál es el escándalo, Fernando? —preguntó Argumento, el profesor de historia.

—Eso es lo que quiero saber, profe, ¿Qué es lo que sucede en este colegio? ¿Por qué permiten que cualquier idiota use el periódico mural?

—Me imagino que es para que puedas usarlo tú también —respondió, con ironía, Avellaneda, uno de los alumnos de grado once.

—¿Fuiste tú? —preguntó Fernando, sintiendo que las fosas nasales se le ensanchaban.

—No. ¿Pero qué pasaría si lo hubiera escrito yo? ¿Qué me harías?

Fernando estuvo a punto de responder, de decir una barbaridad enorme, de ofender y amenazar a Avellaneda, pero el rostro de Antonia se cruzo por su mente. El rostro del rector apareció luego y esas dos caras, mas su propia conciencia, hicieron que se detuviera. La respiración volvió a ser normal.

—Sólo te diría que estás equivocado. Ese Fernando Fernández que sale en esas fotos está avergonzado de haber actuado como un salvaje.

—¿Ahora, el niño enamorado se avergüenza de haber actuado como un hombre? Eso ha sido lo único importante que has hecho en este colegio, antes de que te volvieras blandito y enamorado… con Antonia para arriba y para abajo.

Fernando no respondió. Sabia que lo estaban provocando y no iba a caer. Ahora no. Ya no era el mismo de antes y sabía que sus reacciones dependían de él, de nadie más.

—Avellaneda, retírese. Tengo que hablar con Fernández.

Avellaneda se alejo con una sonrisita, que parecía ser de lástima o de reto. Fernando se sintió aliviado.

—Profe, ayúdeme a quitar estas tonterías. Ayúdeme a limpiar este periódico de tantas fotos horribles y artículos que no deberían publicar en ninguna parte.

—No.

—¿Cómo dice?

—Que no te voy a ayudar a quitar nada y que si llegas a despegar alguna de esas fotos, te voy a imponer una sanción.

—¿Entonces usted esta de acuerdo con lo que dicen esas hojas? ¿Usted también apoya la violencia?

—Por supuesto que no. No apruebo ni defiendo el uso de la violencia. Yo no habría escrito esto ni habría publicado esas fotos.

—¿Entonces? No entiendo.

—Pues sucede que alguien lo hizo y ese alguien, aunque diga cosas que nos parecen absurdas y poco sensatas, tiene todo el derecho de expresar lo que piensa.

—¿Tiene derecho de escribir que en el colegio deberían dejarnos pelear porque somos hombres y no señoritas?

—Sí. Si eso es lo que piensa. Para eso es el periódico mural, el periódico de todos, no el tuyo o el mío.

—Y entonces, ¿no va a hacer nada?

—Yo no. A menos que arranques las paginas y las fotos… entonces si hare algo. Te sancionare por irrespeto a la libertad de expresión. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?

—¿Yo? Pues nada. Usted acaba de decirme que tengo que quedarme con las manos atadas y respetar todas las locuras que dicen en este periódico… Pero, al menos, no me va a prohibir averiguar quien fue el canalla, ¿verdad?

—No, no te lo puedo prohibir, pero eso no importa. ¿Te molesta alguna persona en particular, o lo que dice el periódico?

—Pues lo que dice.

—Entonces, contesta, habla. No importa quien lo haya escrito. Lo que es relevante es que no estas de acuerdo, sea quien sea el autor. Te prohíbo que arranques paginas del periódico, pero nadie te prohíbe que pegues unas nuevas. ¿Por qué no escribes lo que piensas?

—Tiene razón. Eso es lo que hare. Pero, ¿Cómo puede permanecer tan tranquilo leyendo estas cosas, profe?

—No estoy tranquilo y me muero de ganas de leer tu respuesta, tus argumentos, pero recuerdo la frase de un filosofo que afirmaba: “No comparto nada de lo que dices, pero daría mi vida por defender el derecho que tienes de decirlo”.

—Gracias profe. Ésta es la clase suya que más me ha gustado.

ACTIVIDAD

1. ¿Crees que pelear es un derecho?

2. ¿Alguna vez has actuado de una forma tan rara que, difícilmente, parecerías ser tú el protagonista de los eventos?

3. Escoge una fotografía del periódico, recórtala y redacta una noticia relacionada con ella.

4. ¿Qué significa para ti: “actuar como un hombre?”

5. ¿Crees que todas las personas tienen derecho de decir todo lo que piensan? ¿Qué limites pondrías a la manera de expresar sus ideas?

6. ¿Qué habrías escrito tú, si fueras Fernando?

7. Menciona ejemplos de situaciones en las que los derechos de los demás priman sobre nuestro disgusto o nuestro desacuerdo.

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario