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Taller 3.7 de Ética y valores 9°

     Tema: ¿Qué entendemos por personalidad?

Resulta muy interesante hacer una excursión etimológica del término personalidad para ir descubriendo sus entresijos. Las distintas acepciones nos muestran matices y vertientes que nos ayudan afirmar dicho concepto.

1. Personare: palabra latina que significa “resonar a través de algo” y, del griego prosopon, “cara, rostro, máscara”. Ambas tienen un fondo común, ya que en el mundo grecorromano la personalidad era la máscara que se ponían  los actores, a través de la cual salía resonando su voz. La vida es como un teatro en el cual uno desempeña un papel, muestra una conducta, juega un determinado rol. También tiene relación el término latino perisoma, que alude a “lo que rodea el cuerpo, incluida la ropa”, ya que el vestido suele entenderse como una prolongación del mismo que va más allá de las apariencias.

2. Per se unum: procedente del latín, esta construcción se refiere a la “unidad sintética”. Uno-a-um significa lo único, lo singular, lo peculiar u original; es decir, aquello que caracteriza.

3. Phersum: palabra de origen latino que se refiere a espejo. La personalidad es aquello que primero se ve a través del cuerpo y, en especial, de la cara. También existe el término speculum, del mismo significado.

4. Rostrum: “pico de las aves” y, en segunda acepción, “hocico” de los animales. Por extensión, “espolón o proa de un navío”. La cara es lo primero que se observa del otro y su geografía está llena de riqueza expresiva.

Tras este recorrido, ya podemos realizar una primera aproximación; la personalidad, es aquel conjunto de elementos físicos, psicológicos, sociales y culturales que se alojan en un individuo. Así pues, ingredientes diversos que forman una totalidad […]

La personalidad es aquel conjunto de pautas de conductas actuales y potenciales que residen en un individuo y que se mueven entre la herencia y el ambiente. De esta definición emergen dos ideas importantes que, junto a otras, van a marcar las diferencias entre unas personalidades y otras; lo hereditario frente a lo adquirido, el equipaje genético frente al ambiente. Por tanto, y aunando referencias, podemos decir que la personalidad es una estructura organizada y sintética, en movimiento, que abarca el cuerpo, la fisiología, el patrimonio psicológico y las vertientes social, cultural y espiritual. Se trata, pues, de una complicada matriz que deambula entre las disposiciones biológicas y el aprendizaje, y que da lugar a una serie de conductas manifiestas y encubiertas, públicas y privadas, externas e internas, ostensibles y ocultas, que nutren la forma de ser. […]

Siguiendo esta premisa, podemos afirmar que la personalidad es un estilo de vida que afecta a la forma de pensar, sentir, reaccionar, interpretar y conducirse por ella. Esta definición hace referencia a cuatro áreas: el pensamiento, la afectividad, la manera de afrontar las circunstancias que se nos van presentando a lo largo de los años y, por último la consecuencia de todo eso, que determina un tipo concreto de actuación. Es esencial que esta manera se encuentre fuertemente arraigada en el sujeto, sea sólida y no resulte fácil cambiarla.

Nuestra personalidad es nuestra mejor relación pública. Es como una orquesta, compleja y diversa, con muchos instrumentos que cumplen una función específica, pero cuyo resultado es una sinfonía; la conducta con sello propio, La persona es el director de la orquesta. […]

Con mucha frecuencia decimos que alguien nos sorprende por su fuerte personalidad. Además de notarse en el lenguaje que utiliza dicha persona, en sus gestos y en sus modales, la personalidad asoma a la cara, que es el espejo del alma. Ciertamente, al rostro vienen los paisajes interiores, que de alguna manera reflejan lo que está sucediendo en nuestra propia intimidad, en cualquiera de las partes de nuestro cuerpo. En la cara reside la esencia de la persona; ella nos resume. Dicho de un modo más rotundo, la personalidad está presente en la cara, vive en ella. Cuando nos encontramos con alguien, la primera relación que se establece es facial, es decir, cara a cara. Y esencialmente ocular. ¡Dicen tanto los ojos! Tienen su propio lenguaje, son como semáforos cuyas señales hablan de amor, ternura, pasión, desagrado, sorpresa, melancolía…, toda gama afectiva emerge de ellos. En conclusión, la cara y las manos, como partes descubiertas del cuerpo, son las que más expresan nuestros sentimientos.

En la cara tiene la persona su residencia, su chef soi. Muchas expresiones sencillas, de uso diario, reafirman esta idea del rostro como espejo del alma; por ejemplo: “dio la cara” “no me gustó su cara”, “¡la cara que puso!”, “no me olvido de aquella cara”… Por ello decimos que la cara es programática, porque anuncia la vida como un proyecto propio. En ocasiones su lenguaje es difícil de descifrar, porque puede tener un doble sentido y, por tanto, prestarse a confusión. […] Resumiendo, podemos decir que la historia psicológica del concepto personalidad se ha movido en la perspectiva interiorista, es decir, aquello que se encuentra almacenado dentro del individuo, y la perspectiva exteriorista, que hace referencia a lo que se encuentra fuera.

Actividad

1. Explica con tus palabras qué entiendes por personalidad.

2. Consigue una revista o un periódico. Recorta un rostro que le llame la atención y pégala en el cuaderno. Escribe la historia de esta persona de esta persona, a partir de lo que comunica la expresión de su cara.

3. Piensa en un personaje público o histórico a quien admires. Comenta cuáles de los rasgos de su personalidad te gustan y por qué.

4. ¿Por qué se puede comparar la personalidad con una orquesta? Explica.

5. Mírate al espejo y responde para ti: ¿Qué refleja tu cara? ¿Qué dicen tus ojos?

6. Teniendo en cuenta que lo que define a una persona no es su nombre ni su profesión ni el cargo que ocupa, ¿qué es para ti una persona?  

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