Tema: ¿Qué entendemos por personalidad?
Resulta muy interesante hacer una excursión etimológica del término personalidad para ir descubriendo sus entresijos.
Las distintas acepciones nos muestran matices y vertientes que nos ayudan
afirmar dicho concepto.
1. Personare: palabra latina que significa “resonar a través de algo” y, del griego prosopon, “cara, rostro, máscara”. Ambas
tienen un fondo común, ya que en el mundo grecorromano la personalidad era la
máscara que se ponían los actores, a
través de la cual salía resonando su voz. La vida es como un teatro en el cual
uno desempeña un papel, muestra una conducta, juega un determinado rol. También
tiene relación el término latino perisoma,
que alude a “lo que rodea el cuerpo, incluida la ropa”, ya que el vestido
suele entenderse como una prolongación del mismo que va más allá de las apariencias.
2. Per se unum: procedente del latín, esta construcción se refiere a la “unidad
sintética”. Uno-a-um significa lo
único, lo singular, lo peculiar u original; es decir, aquello que caracteriza.
3. Phersum: palabra de origen latino que se refiere a espejo. La personalidad es aquello que primero se ve a través del
cuerpo y, en especial, de la cara. También existe el término speculum, del mismo significado.
4. Rostrum: “pico de las aves” y, en segunda acepción, “hocico” de los animales. Por
extensión, “espolón o proa de un navío”. La cara es lo primero que se observa
del otro y su geografía está llena de riqueza expresiva.
Tras este recorrido, ya podemos realizar una primera aproximación; la
personalidad, es aquel conjunto de elementos físicos, psicológicos, sociales y
culturales que se alojan en un individuo. Así pues, ingredientes diversos que
forman una totalidad […]
La personalidad es aquel conjunto de pautas de conductas actuales y
potenciales que residen en un individuo y que se mueven entre la herencia y el
ambiente. De esta definición emergen dos ideas importantes que, junto a otras,
van a marcar las diferencias entre unas personalidades y otras; lo hereditario
frente a lo adquirido, el equipaje genético frente al ambiente. Por tanto, y aunando
referencias, podemos decir que la personalidad es una estructura organizada y
sintética, en movimiento, que abarca el cuerpo, la fisiología, el patrimonio
psicológico y las vertientes social, cultural y espiritual. Se trata, pues, de
una complicada matriz que deambula entre las disposiciones biológicas y el
aprendizaje, y que da lugar a una serie de conductas manifiestas y encubiertas,
públicas y privadas, externas e internas, ostensibles y ocultas, que nutren la
forma de ser. […]
Siguiendo esta premisa, podemos afirmar que la personalidad es un estilo de
vida que afecta a la forma de pensar, sentir, reaccionar, interpretar y
conducirse por ella. Esta definición hace referencia a cuatro áreas: el
pensamiento, la afectividad, la manera de afrontar las circunstancias que se
nos van presentando a lo largo de los años y, por último la consecuencia de
todo eso, que determina un tipo concreto de actuación. Es esencial que esta
manera se encuentre fuertemente arraigada en el sujeto, sea sólida y no resulte
fácil cambiarla.
Nuestra personalidad es nuestra mejor relación pública. Es como una
orquesta, compleja y diversa, con muchos instrumentos que cumplen una función
específica, pero cuyo resultado es una sinfonía; la conducta con sello propio,
La persona es el director de la
orquesta. […]
Con mucha frecuencia decimos que alguien nos sorprende por su fuerte
personalidad. Además de notarse en el lenguaje que utiliza dicha persona, en
sus gestos y en sus modales, la personalidad asoma a la cara, que es el espejo
del alma. Ciertamente, al rostro vienen los paisajes interiores, que de alguna
manera reflejan lo que está sucediendo en nuestra propia intimidad, en
cualquiera de las partes de nuestro cuerpo. En la cara reside la esencia de la
persona; ella nos resume. Dicho de un modo más rotundo, la personalidad está
presente en la cara, vive en ella. Cuando nos encontramos con alguien, la
primera relación que se establece es facial, es decir, cara a cara. Y
esencialmente ocular. ¡Dicen tanto los ojos! Tienen su propio lenguaje, son como
semáforos cuyas señales hablan de amor, ternura, pasión, desagrado, sorpresa,
melancolía…, toda gama afectiva emerge de ellos. En conclusión, la cara y las
manos, como partes descubiertas del cuerpo, son las que más expresan nuestros
sentimientos.
En la cara tiene la persona su residencia, su chef soi. Muchas expresiones sencillas, de uso diario, reafirman esta idea del rostro como espejo del alma; por ejemplo: “dio la cara” “no me gustó su cara”, “¡la cara que puso!”, “no me olvido de aquella cara”… Por ello decimos que la cara es programática, porque anuncia la vida como un proyecto propio. En ocasiones su lenguaje es difícil de descifrar, porque puede tener un doble sentido y, por tanto, prestarse a confusión. […] Resumiendo, podemos decir que la historia psicológica del concepto personalidad se ha movido en la perspectiva interiorista, es decir, aquello que se encuentra almacenado dentro del individuo, y la perspectiva exteriorista, que hace referencia a lo que se encuentra fuera.
Actividad
1. Explica con tus palabras qué entiendes por personalidad.
2. Consigue una revista o un periódico. Recorta un rostro
que le llame la atención y pégala en el cuaderno. Escribe la historia de esta
persona de esta persona, a partir de lo que comunica la expresión de su cara.
3. Piensa en un personaje público o histórico a quien
admires. Comenta cuáles de los rasgos de su personalidad te gustan y por qué.
4. ¿Por qué se puede comparar la personalidad con una
orquesta? Explica.
5. Mírate al espejo y responde para ti: ¿Qué refleja tu
cara? ¿Qué dicen tus ojos?
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