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TALLERES DE ÉTICA Y VALORES DEL TERCER PERIODO 9°

INFORMACIÓN:

- POR CADA TALLER REALIZAR UNA ILUSTRACIÓN DE ACUERDO AL TEMA 

- COPIAR EL NOMBRE Y EL NÚMERO DEL TALLER Y LAS PREGUNTAS DEL CUESTIONARIO 

Taller de ética y valores Nº3.1

Tema: Ser solidarios

                             

Hay muchas situaciones de sufrimiento en el mundo actual que nos llevan a pedir solidaridad a toda la sociedad para mitigarlas; poblaciones afectadas por alguna catástrofe de la naturaleza, familias condenadas a la miseria por la enfermedad o la imposibilidad de trabajar, poblaciones arrasadas por la guerra, personas que por nacimiento o por accidente quedan inválidas, grupos étnicos que han sido marginados del progreso moderno, naciones pobres o empobrecidas del tercer mundo, etc.

Son situaciones que salen del ámbito de la justicia, ya que a nadie se le puede hacer responsable en estricto derecho de haber causado tal situación. Sin embargo, sentimos que debemos hacer algo para ayudar a esas personas que sufren. En ese caso no podemos hacer otra cosa que acudir a los sentimientos de bondad y compasión que brotan espontáneamente en el ser humano. La solidaridad es un valor que cada día cobra más fuerza en la sociedad, con independencia de cualquier motivación religiosa o ideológica.

[…] La solidaridad  se puede dar en situaciones muy diferentes. A veces al interior de un mismo grupo, pequeño o grande, para asegurar el logro de sus interese, por ejemplo, en un sindicato se pide a los miembros solidaridad para apoyar la huelga. Otras veces, entre grupos que parecen no tener vínculo alguno entre sí, cuando se pide ayuda en los países del primer mundo para una población del tercer mundo que ha sido víctima de un desastre natural. Otras veces, dentro de un grupo en que se da mucha desigualdad de bienestar entre sus miembros y se pide a los más afortunados ayudar a los más necesitados.

[…] Esto nos permite intentar definir la solidaridad como la aceptación de un vínculo con otras personas, cercanas o lejanas, que se encuentran en situación de necesidad, el cual nos impone la obligación moral de ayudarlas a salir de dicha situación. La capacidad de conmovernos ante el sufrimiento que afecta, o puede afectar, a otros seres humanos o a nuestro mismo grupo es la que nos lleva a solidarizarnos con personas o grupos extraños y con los demás miembros de nuestro grupo.

Son las condiciones mismas de la existencia humana las que nos obligan a ser solidarios. Podemos mencionar la mortalidad a la que estamos sometidos todos por igual, la vulnerabilidad física y psicológica, la limitación de recursos en el planeta Tierra y la fragilidad de los ambientes naturales, las penalidades que entraña el trabajo y el progreso, las amenazas que soporta cualquier vínculo de unión y forma de convivencia.

Individualismo contra solidaridad

No es tan extraño encontrarnos con personas que raras veces dan muestras de solidaridad. Si acaso se muestran solidarias con familiares, compañeros de trabajo o amigos; pero nunca con personas ni grupos desconocidos. Oímos con frecuencia las expresiones como las siguientes: “Bastantes problemas tengo yo como para ponerme a ayudar a otros”; “si trabajaran un poco más y construyeran mejor sus casa, no les pasarían esas calamidades”, “si están en la miseria es porque no ahorran”; “lo que yo tengo me ha costado mucho trabajo, no voy a regalárselo ahora”; “yo qué voy a dar dinero a esa organización, quién sabe si les llegará a los necesitados o se quedarán con él los organizadores”. Hay quienes van más lejos y dan argumentos en contra de la solidaridad; éstos son insolidarios por principio. Estos argumentos suelen prevenir de la idea evolucionista de la supervivencia de los más fuertes. La supervivencia y el mejoramiento de la especie dependen de que se hagan más fuertes los individuos más capaces para sobrevivir, y desaparezcan los más débiles. Mantener artificialmente a los débiles, que no sobrevivirán por sí mismos, significa desperdiciar recursos y empobrecer las posibilidades de desarrollo de la especie. El liberalismo económico, individualista por principio, lleva este pensamiento en sus entrañas.

La falta de solidaridad nos perjudica a todos. La interdependencia que a todos nos afecta, en cualquier tipo de sociedad: ¡Un barrio, una ciudad, una nación, la comunidad de naciones!, nos obliga a tener actitudes solidarias.

[…] La calidad de vida en una sociedad depende directamente de la solidaridad que se da entre sus miembros. El abandono de la solución de los problemas en manos de políticos egoístas y corruptos, el encerrarse en casa preocupados sólo por la propia seguridad y el propio bienestar el desentenderse de los problemas de los más pobres, etc, va haciendo que aumenten los problemas sociales y se deterioren las condiciones de convivencia.

[…] Si no hay solidaridad para solucionar a tiempo los problemas de los grupos y de las personas que están en grave necesidad, poco a poco se va deteriorando la calidad de vida de todos y surgen problemas graves que ponen en peligro la convivencia y la gobernabilidad.

Egoísmo y alteridad en la solidaridad

[…] La solidaridad puede darse con fines claramente egoístas para beneficio de un grupo, implicando incluso perjuicio para otras personas. A veces la solidaridad es para delinquir o para ocultar delitos. En estos casos no se trata del valor de la solidaridad, sino del egoísmo del grupo que busca sus propios intereses, en perjuicio de la sociedad. El valor moral de la solidaridad radica en la bondad de la acción que se lleva a cabo en beneficio de otros. La acción puede ser egoísta o altruista y, en el primer caso, puede entrañar perjuicios para otros, lo cual la vuelve injusta.

El deber de practicar la solidaridad al interior de un grupo para obtener beneficios y vivir mejor no es algo que necesite mayor fundamentación. Cualquier persona inteligente la pondrá en práctica. Lo que sí necesita reforzarse es el sentido de la solidaridad como un deber de ayudar a otros en beneficio exclusivamente de ellos mismos, y esto sólo es posible cuando se tiene conciencia del valor del “otro” como persona, con la misma dignidad y el mismo derecho a ser feliz que yo. Así como el amor propio nos ayuda a perfeccionarnos, a progresar, a ser felices, el amor al otro, la “alteridad” como actitud de apertura y comprensión de las personas diferentes a mí, constituye la fuerza que nos impulsa a ser solidarios y construir una humanidad más feliz.

La auténtica solidaridad es intencionalmente universalista. No se reduce al interior de las fronteras de las comunidades a que uno pertenece, sean éstas pequeñas, como la familia, o grandes, como la nación, sino que se abre a todos los grupos humanos, próximos o extraños. La solidaridad hace que nos sintamos miembros responsables de la comunidad universal de personas, tanto de las generaciones actuales como de las futuras, e incluso de la gran comunidad de los seres vivos. El fundamento de esta solidaridad universal radica en que habitamos el mismo mundo y tenemos un destino común.

 Actividad

1. Nombra algunos sufrimientos humanos que sean cercanos a ti o a tu entorno familiar.

2. ¿Crees que la compasión es un sentimiento que surge en el ser humano de manera natural?

3. Piensa de qué manera los daños ecológicos y la escasez de recursos naturales exigen que haya solidaridad entre las naciones.

4. ¿Qué opinas respecto a que la mayoría de estas personas suelen ser defensoras de la democracia y se dicen cristianas?

5. Planea la realización de un acto de solidaridad que contribuya al bienestar de un grupo de personas. Acuda a la creatividad para conseguir los recursos y recuerde que los seres humanos no sólo necesitan ayudas materiales sino también afecto y compañía.

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