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Taller 2.4 de Ética y Valores. 9°





Taller de ética y valores Nº2.4

Grado 9º

semana número 4 del 15 al 19 de junio

Tema: Del desagrado al agrado

La idea de “estar bien” supone, a su vez, la idea y la posibilidad de “estar”, no sólo como situación sino también como capacidad de detenerse. Capacidad para no ir a ningún lugar. “Estar” es estar consigo y con el otro. Este detenimiento implica haber desarrollado alguna habilidad para vérselas con los dinamismos del irse a otra parte. Y nos parece que el más potente de esos dinamismos es el que surge por la huida ante la presencia en nosotros de aspectos desagradables.
Las personas estamos habitadas también por regiones desagradables que alimentan la no-quietud, el no-estar. Son símbolos, imágenes, mensajes, representaciones que desaprueban, amenazan, condenan, desprecian aquello que somos, a aquellos con quienes estamos o al momento que vivimos, es decir, lo que forma parte de nuestra situación de vida. Estas representaciones circulan por nuestra mente, acechan. Aprender a “estar” y “estar” bien supone dejar que transiten y nos atraviesen sin treparnos a sus estribos para irnos con ellas a otra parte. Si uno se trepa a los símbolos del malestar, éstos nos llevarán lejos, nos lanzarán a viajes de lejanía, de alienación.
En alguna parte de nosotros las fuerzas que nos llevan a des-situarnos, a desvincularnos con lo nuestro, el bagaje de experiencias, los rasgos de personalidad, el lugar geográfico, nuestro lugar social, se vuelven odiosas; una especie de odio al “si mismo” puede aparecer en nuestro interior.
Entre todos los viajes de exilio de si mismo que son posibles, nada comparable con huir de nuestra situación humana, no aceptar que somos humanos. ¿Por qué?
Porque la existencia humana contiene la perspectiva de la muerte. Idea cargada de veracidad. Aquí no hay horror imaginario. Un día habré de morir. Idea sorprendente. Fantasma efectivo. Sólo permitir que la perspectiva de la muerte nos atraviese, nos permitirá estar allí, en la vida, como lugar al que fuimos destinados y al que elegimos.
Las imágenes del horror a sí mismo que pueden surgir de lo profundo de nosotros mismos nos presentan una alternativa: correr delante de ellas, correr detrás de ellas o permitir que nos atraviesen y se alejen. Para “estar” es necesario haber retornado muchas veces de estos movimientos de negación, de exilio, de rencor a la vida, que surgen de nuestro interior. Luego de recorrer este terreno propio de la autodestrucción, entonces se pondrá reposar: Allí con nosotros mismos y con el otro. Habrá finalizado la huida.

Estar ahí, con trajes y desnudo

Para hacernos presentes los seres humanos habitualmente necesitamos escondernos, insinuarnos detrás e las armaduras, los trajes de fiesta, los títulos, los discursos, los lenguajes. Y esto no es engaño, es protección, y es un modo de manifestarse más progresivo, mas complejo, nunca del todo completado. Yo soy también mis apariencias, aunque las apariencias no sean transparencia, sino que también impliquen ocultar, sustraer e insinuar. Las mascaras son también nuestro rostro. Un modo de estar es, entonces, aparecer, mostrarse, aunque sea protegido por las máscaras.
Pero hay también otra presencia y otro aparecer más desnudo, que forma parte del desarrollo de la capacidad de estar ahí, presentes: aparecer sin discursos preparados, sin alternativas de acción, sin protecciones, sin soluciones. Ofrecer el límite del cuerpo, el espacio que ocupo y el que dejo vacío. Hasta donde llegan mis manos y hasta donde no alcanzan. La propia historia y no otra. La presencia desnuda.

Hay un malestar abierto al bienestar

El bienestar no es asimilable a la imagen mediática del hombre y la mujer que cada mañana cuelgan en sus rostros una sonrisa plástica, radiante y permanente. Esta se la dejamos a la versión televisiva de la felicidad como “buena onda”. Para este bienestar ya tenemos un formidable educador: la TV. La historia humana, como lo señalamos más arriba, incluye momentos de dificultad, de dolor, de confusión, horizontes que se cierran como paredes infranqueables de cemento. La historia humana es bienestar y malestar, luz y oscuridad, según lo enseñan las grandes tradiciones religiosas.
Pero el malestar que fomenta el obrar destructivo es sólo aquel que se instala como resentimiento. El resentimiento es el malestar inmóvil. El malestar instalado. El malestar como destino, como signo final. Este malestar instalado es también una estrategia de vida, un recurso. Como tal se convierte en planificación del daño.
Hay otras situaciones de malestar que son de transito y que pueden acabar colaborando con el bienestar. Frente a las circunstancias de luto de las historias, hay quienes se ponen en actitud de transitarlas. Se abandonan al torrente de la vida. Se entregan el carácter histórico del malestar. Atraviesan los trechos oscuros del camino. Se permiten el dolor. Es el camino mas apto para recuperar un sentido, porque se parte de la afirmación tozuda del mismo.
Pero los que caminan por las tierras áridas del malestar necesitan incluir espacios de bienestar: el placer de una comida, de lo sexual, del afecto y la comprensión, el derramarse, en la piel, de la luz del sol, el color de los paisajes y el juego. Los pequeños proyectos. Solo el bagaje del bienestar acumulado por las personas les permite convertir el malestar en un camino a transitar.
No somos partidarios de optimismos ingenuos. Hay situaciones de vida que están prácticamente cerradas. No hay por donde avanzar. El sentido parece reducirse a la nada. Misterios de la vida.
Una forma de malestar que no excluye sino que se asocia al bienestar es el malestar del crecimiento. El malestar que viene de abrirse a las diferencias ya que en esto consiste, fundamentalmente, el crecimiento humano. En cambio, el malestar del resentimiento es el malestar del decrecer, del achicarse.
Crecer y madurar puede producir diferentes malestares. Uno es el malestar del contacto consigo mismo: los propios sentimientos, debilidades, limitaciones. El malestar del espejo. Muchas veces son los otros los que se nos aceran con un espejo en sus manos. Nos muestran nuestro verdadero rostro. El malestar de la verdad.
Fernando Onetto
Ética para los que no son héroes

Actividad
1.   ¿Hay algo de ti o de tu vida que consideres desagradable? ¿Por qué?
2.   Redacta un breve ensayo para explicar qué relación tienen estas afirmaciones con la actitud que estuvo Fernando.
3.   ¿De que forma la muerte puede darle un sentido profundo a la vida? Explica.
4.   ¿En que sentido las mascaras pueden ser también nuestro rostro? Explica.
5.   ¿Por qué piensas que el resentimiento es un “malestar instalado”?
6.   ¿Cuáles crees que han sido las mejores experiencias que has tenido en tu vida?
7.   Elabora un cuadro explicativo sobre las tres clases de “malestar” descritas por el autor. ¿Cuáles de ellas son positivas?

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